Moulay Idriss, esencia de Marruecos
Entre las montañas del Medio Atlas, a 30 kilómetros de Meknes, un entramado de casas blancas y rincones en los que perderse conforman la ciudad santa de Moulay Idriss, pieza sin la cual resulta inimaginable comprender tanto la idiosincrasia como la historia de Marruecos. De hecho, tanto la ciudad como el santuario que se encuentra en su interior deben su nombre a Idriss I, nieto de Mahoma y fundador del país, que desde la ciudad romana de Voulibilis inició la conquista de todos los pueblos bereberes y expandió a través de ellos el Islam.
MOULAY IDRISS, LUGAR DE FE
Este precedente, unido al encanto que posee la ciudad, con sus laberínticas y empinadas calles, hacen que cada año miles de fieles peregrinen hasta Moulay Idriss durante el Mousem de verano, especialmente en los meses de agosto y septiembre, dotando a la ciudad de un ambiente totalmente festivo, ya que, más allá de los actos religiosos, las procesiones y los cantos, también se celebran carreras de caballos, corridas de pólvora y numerosos actos que hacen del lugar un enclave diferente y especial.
Tanto para estos peregrinos como para cualquiera que admire la ciudad en su privilegiada posición en lo alto, el punto de referencia y el mayor atractivo de la ciudad es el santuario y su Zaouia. Construido por Mulay Ismail en el siglo XVIII y reformado posteriormente por el sultán Muley Abderramán en el siglo XIX y por Mohamed V y Hassan II en el XX, el santuario cuenta con un minarete cilíndrico con decoración cerámica que reproduce versículos del Corán, algo único en Marruecos y que resulta enormemente llamativo.
Pese a que hace algunos años los no musulmanes tenían prohibida la entrada a la ciudad, en la actualidad cualquier persona puede entrar a la misma, estando limitada tan solo la entrada al santuario.