La Sqala, historia de Casablanca
La ciudad blanca, con su ritmo frenético de vida y su mezcla constante entre el pasado que le tocó vivir y el futuro al que aspira, solo resulta comprensible para aquellos que la miran y la recorren considerando el lugar privilegiado sobre el que se asientan sus calles y edificios.
Situada al oeste de Marruecos, a 80 kilómetros de Rabat, y mirando al océano Atlántico, Casablanca no es solo la ciudad más poblada del país, sino también su principal puerto y un elemento clave en la historia de Marruecos.
UN LUGAR DESDE EL QUE CONTROLAR EL MUNDO
Siempre en disputa debido a su idiosincrasia y en continuo contacto con los países extranjeros, siendo un lugar de referencia para el comercio, para las transacciones marítimas y para la firma de numerosos acuerdos, Casablanca, antiguamente conocida como Anfa, siempre ha sido un punto estratégico. Por ello, los portugueses, preocupados por los marineros y piratas que vivían en la zona a mediados del siglo XV, decidieron destruir la ciudad, salvaguardando así sus barcos y mercancías.
No fue hasta el siglo XVIII, bajo el dominio de la familia alauita y del sultán Sidi Mohamed Ben Abdellah, cuando la ciudad renació de sus cenizas, recibiendo el nombre de «Dar Al Baiza», o lo que es lo mismo, Casa Blanca.
LA SQALA
Fruto de esta época de esplendor y de prosperidad económica de la ciudad, uno de los recuerdos que quedan en la ciudad es el bastión fortificado que se encuentra frente al puerto y que responde al nombre de Sqala, convertido hoy día en un famoso restaurante, «El café moro», restaurante que aún conserva los cañones del antiguo puesto defensivo y que custodia el bonito jardín andaluz que se encuentra en el interior de la fortaleza, lleno de vida gracias a las plantas exóticas y los arriates mentolados.